Ravachol – El loro más famoso del mundo » Aquí non se fía»

Entre los años 1891 y 1913, habitó en Pontevedra un animal que se ha convertido en uno de los emblemas de la ciudad por su simpatía, verborrea e insolencia; el Loro Ravachol. Este animal era propiedad del farmacéutico Perfecto Feijoo, quien regentó una botica junto al santuario de la Iglesia de la Peregrina durante casi medio siglo.

Su personalidad, alborotadora y rebelde, le hizo merecedor de su nombre; Ravachol, en honor al revolucionario anarquista y terrorista francés François Claudius Koënigstein.

Ravachol llegó a las manos de Perfecto Feijoo en forma de regalo y pronto se convirtió en un vecino más de la ciudad gracias a su “fina oratoria”, la cual le hizo ganarse el corazón de todos los pontevedreses.

Desde su jaula, situada frente a la botica, o en el interior de la misma en función de la época del año, el animal pronto mostró su inteligencia asimilando palabras y frases cortas que le permitían incluso mantener conversaciones cortas.

Se hizo costumbre entre los pontevedreses el acercarse a saludar al loro y agasajarlo con algún aperitivo, recibiendo todos aquellos que lo engañaban con un falso aperitivo insultos en gallego por parte del loro, como su famoso “vaite de aí, lambón”.

A la entrada en la botica, el animal lanzaba la primera advertencia a los potenciales clientes; “aquí non se fía”, por lo que no tenían la posibilidad de llevarse algún producto y pasarse más tarde a pagarlo.

Fueron muchas las personas que sufrieron el mal humor del animal, entre las que destacan dirigentes políticos y escritores, como Eugenio Montero Ríos, Emilio Castelar  y Emilia Pardo Bazán.

La noticia de su fallecimiento cayó con una losa de piedra en el corazón de toda la ciudad. Sobre la misma surgieron diversas teorías; desde la enfermedad al envenenamiento por parte de alguna víctima de sus fechorías verbales. Sin embargo, la causa más famosa de su deceso fue la ingesta excesiva de bizcochos mojados en vino, un epitafio perfecto para convertirlo en leyenda.

El cadáver del animal fue embalsamado y expuesto en un velatorio donde todos los pontevedreses eran bienvenidos en la botica de Perfecto Feijoo, llegando personalidades de toda Galicia para acompañarlo en su último adiós y mensajes de todas partes de España para el boticario mostrándole sus respetos.

La cercanía de su fallecimiento con la celebración del carnaval provocó que su sepelio, el cual tuvo lugar el Miércoles de Ceniza, fuera convocado por la Sociedad de Artesanos como un homenaje al que todos debían ir disfrazados a su manera y portando un farol fúnebre. Sus restos mortales fueron enterrados en una finca propiedad del boticario, donde descansan hasta el día de hoy.

En el año 1985, setenta y tres años después del fallecimiento del animal, un grupo de pontevedreses decidió representar de nuevo su sepelio coincidiendo con la celebración del carnaval, una tradición que ha crecido en los años hasta convertirse en uno de los emblemas de esa festividad en la ciudad.

En honor a Ravachol, la ciudad erigió un monumento escultórico en el lugar donde se encontraba la antigua botica de Perfecto Feijóo y desde donde los improperios del animal lo catapultaron a la fama nacional.