San Domingo  “Testigo pétreo de nuestra historia”

A finales del siglo XIII, el inicialmente pequeño burgo de Pontevedra, conocido por aquellos tiempos como Ponte Veteris o Puente Vieja se encontraba en un momento de fuerte auge económico y crecimiento demográfico gracias a los frutos extraídos del mar -pesca- y la tierra -comercio y artesanía-.

En este contexto de bonanza se produce la llegada de la Orden de los Dominicos, quienes se establecen dentro de los límites de la villa, en el barrio costero de la Moureira. Esta Orden, de carácter mendicante que fuera fundada por el castellano Santo Domingo de Guzmán en el año 1215 y aprobada por el Papa Honorio III un año después, llegó a la ciudad para predicar y propagar el mensaje de Dios entre la población, apoyados por las instituciones locales de Pontevedra y la Diócesis de Compostela.

En sus orígenes y según se halla documentado, allá por el año 1283 ya habían edificado un primer y humilde convento “primitivo” en el entorno del barrio de la Moureira, centro neurálgico de toda las actividades económicas de la ciudad. Este “barrio”, localizado extramuros, llegó a triplicar en superficie al recinto amurallado que protegía la ciudad en la época, una muestra de la riqueza que atesoraba.

Pocos años después, los dominicos inician la construcción y su traslado al que será su hogar permanente durante los siglos venideros y que, por las vicisitudes de su historia, conservamos sólo en parte, el nuevo Convento de Santo Domingo.

A pesar del paso de los siglos y el desgaste que estos le han provocado, el Convento de Santo Domingo se ha mantenido como un testigo pétreo de la historia de la antigua Ponte Veteris hasta nuestros días. Entre sus muros la atmósfera de la ciudad contemporánea desaparece, viajando en el tiempo a una época donde de noche no lo cobijaban únicamente las estrellas del firmamento 

Según documentos existentes, a principios del año 1283 «hallábanse ya en Pontevedra los religiosos dominicos Fr. Juan de Aveancos y Fr. Pedro de Aurea, del Convento de Bonaval en Santiago, centro desde donde irradiaba la propaganda de la Orden por todo el reino de Galicia, instalados en su primer Convento que fué una pobre casa edificada por ellos en el barrio de la Moureira, lugar de las Corbaceiras, enclavado en la parroquia de Santa María, junto a la piedra de los Buraces, donde existió una fuente llamada de los Frades, que solía quedar cubierta por la pleamar